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Dra. Jara Marcos, Ana María (Traumatólogo: 05/1801/05 - www.doctorajaramarcos.com)
03/09/2024 Hiperlaxitud articular
La hiperlaxitud articular fue ya reconocida en el siglo IV a.C. por Hipócrates a partir de observar las lanzas de flechas o los contorsionistas de los circos. En el siglo XIX y XX se reconocen otros signos y síntomas con características diagnósticas. En los años 60, el síndrome de hipermovilidad articular fue ya definido en los pacientes sanos.
La hipermovilidad describe un grado incrementando en la medida en que una articulación que se mueve pasiva o activamente alrededor de los ejes de movimiento, más allá de los fisiológicos. Se evalúa mediante pruebas manuales, como el Lachman en la rodilla o el cajón anterior del tobillo o del hombro. También se puede realizar mecánicamente por dispositivos que miden el desplazamiento tibial para una determinada carga. Hay que destacar que, en ausencia de inestabilidad funcional, puede ser ventajoso, por el movimiento accesorio que obtienen sin ser causa de subluxación. Es decir, son articulaciones no inestables. Cuando las articulaciones están adecuadamente estabilizadas por el sistema activo (musculatura y tendones), puede incluso pasar desapercibido. La hiperlaxitud puede presentarse en una articulación o ser poliarticular, algunas pueden heredarse como rasgo normal sin variante genética identificable, o puede ser parte de un síndrome hereditario. Asimismo, pueden adquirirse tras un episodio traumático. Además influye de forma importante el tejido conectivo que les rodea (el más abundante en el cuerpo), como tendones, fascia, ligamento y cápsula articular, que puede sufrir de carencia relativa de sus proteínas estructurales básicas, como colágeno, elastina, fibrina y tenascina. En casi todas las enfermedades del tejido conectivo de causa genética casi siempre hay asociada una hiperlaxitud concomitante generalizada. La prevalencia clínica de hiperlaxitud en niños se encuentra entre el 5 y el 40% y del 10 al 20% en adultos (más frecuentemente en mujeres que en hombres y en personas de ascendencia africana o asiática en comparación con caucásicos). Cuando provoca síntomas, su aparición está favorecida por la presencia de debilidad muscular por otra causa, movilidad disminuida, longitud musculoesquelética insuficiente, obesidad o patrones de movimiento alterados. Estos abarcan un amplio rango de severidad. Algunos pacientes se mantienen asintomáticos, detectándose signos leves en la exploración de pequeñas subluxaciones o leves inestabilidades sin repercusión. Cuando son más severos abarcan una mirada compleja de presentaciones, que incluyen alteración de la movilidad, mal control postural, luxaciones francas o dificultad en la bipedestación o la marcha. Otros síntomas que también pueden aparecer son el dolor o la disminución de la fuerza. Dependiendo de las estructuras implicadas el conjunto de síntomas puede ser más o menos complejo, participando de ellos la elongación e irritación de los tejidos blandos, y de forma directa sobre los propios nervios, así como fragilidad de los vasos sanguíneos. Los síntomas de alerta que indican una laxitud significativa y que precisan una valoración médica incluyen: - Fragilidad tisular y ósea, que se manifiesta en forma de fracturas recurrentes, hernias o prolapso de vejiga, útero o intestino. - Fragilidad cutánea, marcada por la presencia de cicatrices atróficas, retraso de cicatrización o dehiscencia de heridas. - Deformidades esqueléticas, como el pie zambo congénito, escoliosis y displasia o subluxación de cadera. El estudio pormenorizado y personalizado de cada paciente nos dará las claves para actuar adecuadamente en cada caso. Dra. Jara Marcos, Ana María (Traumatólogo: 05/1801/05 - www.doctorajaramarcos.com)
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