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Gerardo Cebrián, especialista en Atletismo
29/08/2023 Análisis del mundial de atletismo
La marcha es una especialidad como cualquier otra del atletismo, y sólo por eso, porque es atletismo, debe mantenerse en el calendario. Ese es el principal motivo, más allá de que gracias a los cuatro oros logrados por Álvaro Martín y María Pérez, España aparezca en un extraordinario tercer puesto en el medallero y séptima de la clasificación de puntos por finalistas.
Ninguna de esas clasificaciones hubiera sido posible sin la aportación de ese sector. Las medallas de la marcha, tienen el mismo valor que las logradas por Jamaica en velocidad, o las logradas por Etiopía, Kenia o Uganda en fondo. La marcha también es atletismo, esa es la única razón para defenderla cueste lo que cueste, por mucho que el presidente de la WA, Sebastian Coe, ni se dignara a pisar la Plaza de los Héroes en ninguno de los tres días que se celebraron las pruebas de 20 y 35 km marcha y que por el contrario se comportará como un forofo desatado cuando Josh Kerr ganó el oro en 1500 tirándose a la pista como un poseso. Ahora es el momento de lucir los galones de vicepresidente ganados en las urnas por el presidente de la RFEA. Para dejar claro que los intereses del atletismo español están muy por encima de cualquier otro interés. Seré el primero en aplaudir cuando vea que se defiende a la marcha de forma contundente y no sólo con palabras, con hechos. Bajo estas premisas, la actuación española en Budapest, estadísticamente, que al final es lo que queda, ha sido extraordinaria, terceros en el medallero por el valor de los oros (octavos por número de medallas, que tampoco es baladí) y séptimos en la clasificación de puntos por finalistas con 55 puntos, la segunda mejor de la historia después del sexto puesto y 70 puntos logrados en la edición de Edmonton 2001. Por número de finalistas, la actuación también es soberana, sólo superada por los 17 de Edmonton, 12 de Sevilla 1999 y 13 de París 2003. Tampoco es cuestión de personalizar una a una cada actuación. En cualquier campeonato los atletas intentan ofrecer su mejor versión. Y en Budapest, lo mismo que en otras ocasiones, algunos atletas obtuvieron actuaciones memorables, otros cumplieron con su nivel y otros lo mejoraron y unos cuantos no compitieron a su verdadero nivel por las razones que fueran. Es lo habitual, lo que viene ocurriendo desde los tiempos de los tiempos, con criterio de EXCELENCIA y sin él. Lo que da rabia, es que a algunos atletas que supuestamente no reunían esa EXCELENCIA por una mera cuestión estadística, por no decir por un capricho personal, ni tan siquiera les dejaron demostrar sus capacidades, mientras que a otros con parecidos méritos sí les dejaron. Sin que esto último sea un reproche, al contrario, bien hecho. Simplemente constato un agravio comparativo. La RFEA (por no personalizar) debe recapacitar y variar su política deportiva basada en la mal entendida EXCELENCIA por mucho que seamos terceros en el medallero y séptimos en la clasificación de puntos por finalistas. Debe ser consciente de que en 24 de las 49 pruebas del programa no hemos tenido representación, y de que 52 de los 58 atletas que viajaron a Budapest, sólo 6 no eran de carreras. La RFEA no debe cegarse con esas clasificaciones, debe modificar su política en la concesión de becas a las categorías menores y otorgar más ayudas cuando los atletas están en formación. En 2023, los resultados del Europeo Sub23, sin ser malos, fueron peores que en la edición anterior, mientras que en el Europeo Sub20 se bajaron de golpe varios escalones. Eso también lo dice la estadística. Son datos. Soy consciente de que esta opinión no va a gustar, pero es lo que pienso y lo expreso libremente. Otros que piensan igual, por diferentes razones, llamémoslas crematísticas, o para “no meterse en líos”, callan y otorgan. Gerardo Cebrián, especialista en atletismo y comentarista de Al Límite (Radio Marca)
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