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Antonio Rivero, profesor de la Universidad Politécnica de Madrid

29/03/2022

Inicios del deporte y fiesta taurina

Inicios del deporte y fiesta taurina Es sobradamente conocida la influencia que el movimiento regeneracionista tuvo en la vida pública española en los primeros años del siglo XX. En 1899 Joaquín Costa publicó "Reconstitución y Europeización de España" y dos años más tarde "Oligarquía y Caciquismo". Dejó sentados los principios de un conjunto de ideas para la regeneración nacional.

Poco a poco, calaron profundamente en la sociedad y la opinión pública española. El Regeneracionismo pedía la modernización general del país, que tras el desastre del 98 debería pasar por una “europeización” de las estructuras de la nación en palabras del propio Costa. También Joaquín Costa pronunció la frase “Toda regeneración nacional pasa por una primera regeneración física de la juventud española”, una  afirmación que se tomó al píe de la letra  por el mundo de la educación y  la cultura física.

Por otra parte, durante mucho tiempo la fiesta taurina fue el espectáculo de masas más popular en España, de ahí, su denominación de “fiesta nacional”. A partir de la segunda década del siglo XX, el deporte, que ya polarizaba la atención de muchos españoles, comenzó a ser una alternativa al tradicional espectáculo. El deporte que empezó a llevar  a los aficionados en gran número a los recintos deportivos se presentó como elemento importante de esta regeneración tan deseada. El deporte fue, en cierta manera, utilizado por algunos sectores sociales que pedían cambios a la sociedad española, como bandera de modernidad y contraposición ante el tradicional casticismo español,  representado entre otras aficiones, por los toros. El discurso regeneracionista también incidió en esta dicotomía taurino-deportiva.

En los años veinte la reciente rivalidad por la supremacía, como gran  espectáculo, entre toros y deporte siguió adelante. En 1921, Unamuno se pronunciaba así, en las páginas del Liberal:

“¿Matará esto a aquello? Cerca de cuarenta mil personas presenciaron la otra tarde el partido de football en el Stadium madrileño. Nunca fueron tantas a las plazas de toros, entre otras razones porque no tienen cabida en las mayores de ellas arriba de más de doce o quince mil espectadores. 

No, -afirmaba Unamuno- ni el cinematógrafo matará al teatro, ni  el football,  matará la tauromaquia, que es, tenemos que confesarlo los enemigos de ella, mucho más dramática que aquel. Porque es el elemento trágico el que mantiene la afición a las corridas de toros. Tragedia bárbara, pero tragedia al fin.”

En la revista deportiva madrileña Gran Vida se escribía en 1924 se decía: 

“Sigue in crecendo la afición por el balompié, a despecho de ciertas plumas taurófilas que observan con desasosiego cómo aumenta la sombra que a la otra afición hacen los deportes en general, y entre todos, ocupando primerísimo lugar el fútbol. Tardes de 25.000 y aun más espectadores, no son raras en el Stadium, …”.

Como vemos era  inevitable la  comparación entre el nuevo fenómeno deportivo, representado por el fútbol  y la vieja fiesta nacional. El debate  aparecía continuamente en los medios deportivos escritos. Los toros  eran la  referencia principal para medir el crecimiento que la afición futbolística  iba encontrando como espectáculo de masas en las  ciudades españolas. No obstante, debemos señalar que si los años veinte fueron de auge para el deporte espectáculo en España, también lo fueron para la fiesta taurina, que llegó a la cima de su popularidad como espectáculo: la rivalidad de Joselito y  Belmonte además de  la fama de otros muchos toreros de su tiempo.

Durante estos años, la actitud de algunos deportistas y medios afines al fomento de la actividad física fue evidentemente beligerante con la fiesta taurina.  Debemos dejar claro que mientras los toros eran una afición tanto urbana como rural, el deporte solo se desarrolló en los grandes ciudades, con determinadas características, donde la modernidad y  los sectores sociales y profesionales emergentes iban forjando una nueva cultura urbana,  que se  abría paso entre las tradiciones. 

Durante la Restauración, la dictadura de Primo de Rivera y  la Segunda República los toros siguieron siendo  considerados como la Fiesta Nacional, a la vez que deportes como el fútbol, boxeo, ciclismo, etc… irrumpían como un espectáculo de masas con muchos seguidores.

Antonio Rivero, profesor de la Universidad Politécnica de Madrid

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