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José María Buceta, psicólogo deportivo (http://chemabuceta.blogspot.com.es/)

16/08/2017

El héroe y el villano

El héroe y el villano La gran noticia del deporte estos días, por encima del fichaje de Neymar o la sanción de Cristiano Ronaldo, es la derrota de Usain Bolt en la final de los 100 metros del campeonato del mundo de Atletismo que se ha celebrado en Londres. Justin Gatlin fue el vencedor, el único que, desde 2008, ha sido capaz de batir a Bolt en una competición de este calibre.

Pero la noticia es la derrota de Bolt, el héroe, y sólo en relación con ésta, la victoria de Gatlin, el villano. Hasta cierto punto es lógico. Bolt es el velocista más grande de la historia, y así lo reconoció el propio Gatlin arrodillándose ante él tras haberlo vencido. ¡El vencedor se arrodilla y venera al derrotado! Un gesto sin par que muestra la grandeza de ambos, del deporte en su más pura esencia y, por supuesto, del Atletismo, donde siempre encontramos extraordinarios ejemplos de maridaje entre la más exigente competitividad, el compañerismo entre los rivales y una exquisita deportividad.

Gatlin no es un desconocido. Con solo 22 años fue campeón olímpico del hectómetro en Atenas 2004 y, al año siguiente, en Helsinki, campeón del mundo en 100 y 200 metros. Después, sancionado por dopaje, no pudo competir hasta 2010, cuando ya Bolt era el rey indiscutible en ambas distancias. Desde entonces, siempre a la sombra del jamaicano, al que derrotó en un encuentro de la Diamond League en 2013, ha sido segundo en casi todos los pódiums importantes. Por tanto, si alguien podía vencer al grandísimo Bolt era él, aunque ya con 35 años, nadie daba un euro por tal hazaña y el acento se ponía en Christian Coleman, de 21 años, como la gran amenaza que, como siempre había ocurrido, acabaría siendo superada por el legendario campeón. Ése era el guión. El que la mayoría, incluidos los gurús del marketing, esperaba ver ¿por última vez?

Bolt anunció que, con casi 31 años, ésta sería su última participación en un evento de tanta envergadura. ¿Demasiado mayor? Sus marcas en los últimos años indican que ya no es el “extraterrestre” de antaño, pero no justifican una retirada que sólo tiene la explicación del hartazgo, la falta de hambre de más títulos, y/o no querer compartir la victoria, probablemente menos frecuente, con segundos y terceros puestos que decepcionarían a los muchos que esperarían que ganara siempre. No es fácil pasar de ganar siempre a hacerlo sólo de manera intermitente o quedarse cerca. La presión por tener que ganar, porque todo sea como ha sido costumbre, puede ser tremenda. La autoconfianza se resiente y uno ya no disfruta como lo hacía antes.

En este mismo campeonato del mundo se ha destacado que Bolt no mostraba la misma alegría que otras veces. Sus habituales gestos tan simpáticos antes y después de las carreras, esta vez parecían forzados: Parte del guión que no podía faltar, pero carentes de la naturalidad de otras ocasiones. Antes de llegar a Londres, había participado en pocas carreras y sus marcas (para él) habían sido modestas. Ya en el campeonato, se quejó de los tacos de salida y se le notó preocupado y más pendiente de ese elemento externo que de mostrar esa confianza que apabullaba a sus rivales antes del pistoletazo. En la semifinal fue batido por Coleman, algo que nunca sucedía antes por mucho que corriera reservando fuerzas.

No obstante, se esperaba que, a pesar de todo, Bolt cumpliera con el guión de volver a ganar y retirarse en lo más alto: El broche de oro a una excepcional trayectoria que en realidad, ya tan laureada, no queda empequeñecida por esta medalla de bronce. Al revés, lo sucedido demuestra que ganar no era tan fácil como parecía, que por muchas cualidades que se tengan, exige esfuerzo, sacrificio y acierto en la preparación y la puesta a punto; que Bolt es humano. Excepcional, pero humano.

Curiosamente, Gatlin, el atleta que ha destronado a Bolt en su última carrera, es aún mayor que él (35 años frente a 31), una prueba más de que, al igual que está demostrando Federer en el Tenis, se puede alargar la carrera deportiva, incluso al más alto nivel, siempre que se esté bien físicamente y se siga teniendo la suficiente ambición como para soportar el alto coste en dedicación, esfuerzo, renuncia a otros estímulos y tolerancia a la frustración que estar entre los más grandes, exige ¿Perdió Bolt esa ambición? Es lógico que, si fuera así, no quiera seguir y prefiera dejarnos los buenos recuerdos de esas prodigiosas carreras que serán difíciles de superar. Pero es una lástima, porque todavía podríamos seguir disfrutando de sus espectaculares gestas.

¿Y qué decir de la ambición y el espíritu competitivo de Gatlin? Su pasada relación con el dopaje provoca el justificado rechazo por una práctica intolerable que debe erradicarse sin contemplaciones. Una sombra profunda que le acompañará siempre. Los silbidos del público se lo recordaron en los Juegos Olímpicos de Rio de Janeiro y ahora en Londres, donde ni siquiera dio la vuelta al estadio tras haber batido al dios de los 100 metros. La falta fue muy grave, y lo pagó muy caro con cuatro años de suspensión. Podría haber sido de por vida, como muchos apuntan, pero esos cuatro años le han dado la oportunidad de rectificar e ir por la buena senda. El deporte debe ser implacablemente estricto para sancionar a quienes acuden al dopaje, pero también generoso con quienes, tras cumplir una dura sanción, desean rehabilitarse y lo demuestran. 

Gatlin ha estado limpio en los últimos 11 años, y su oscuro pasado no debería eclipsar el indiscutible mérito de superar esa lacra y perseverar sin desfallecer para ser capaz, a sus 35 años, de ganar a Bolt y proclamarse campeón del mundo: El de más edad en toda la historia de estos campeonatos. El propio Bolt, también campeón en deportividad, ha declarado que Gatlin es un gran competidor y no merece esos abucheos del público. Tampoco merece el desprecio de medios de comunicación que quizá decepcionados con el héroe y enojados con el villano por haber estropeado el guión, destacan lo de su dopaje en el pasado más que los incuestionables méritos deportivos de los últimos siete años que ahora le han llevado a lo más alto del pódium.

José María Buceta, psicólogo deportivo (http://chemabuceta.blogspot.com.es/)

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